
La verdad es que quería hacer el experimento solito, pero había una chica con un problema de acné que no tenía compañero, así que se aferró a mí (mal compañero eligió), que ni siquiera me había leído los papeles de la práctica. Había tomado previamente un sándwich mixto y una nube doble (así sólo tengo que echarle un sobre de azúcar y no tres, que me voy a volver diabético de tanto dañar el……. hígado? páncreas? …debería estudiar un poco más): necesitaba algo en el estómago que poder vomitar luego, aunque estaba casi seguro de que no iba a vaciar el estómago. Bueno, respira hondo y al tajo. Dentro de clase la gente estaba eufórica, entusiasmada, como en un parque de atracciones, pero yo no, yo estaba frente a aquel ratón de laboratorio (que se había cagado encima antes de morir) manteniendo el aire, y diciéndome a mí mismo que era sólo un trozo de carne muerta. Todo el mundo acariciaba a los ratoncitos –que eran bastante bonitos por otra parte- y se reían y tal. Lo primero era pinchar las patitas con alfileres a un trozo de corcho… para qué, si está muerto? No se va a escapar. Elegí tener mi primer contacto con el animal clavándole sólo un alfiler en la pata –que me costó un poco, porque pensaba que era más fácil crucificar a un mamífero- y lo acaricié un poco para relajarme. Pelarlo era el siguiente paso, y como eso no requería despiezar, pues no pasaba nada, aunque tenía un miedo atroz a cortarle la carne sin querer y que se desparramaran los órganos por toda la mesa, que me llenara de sangre y la rata levantara la cabeza y me dijera “tú me mataste, Alex, no me salvaste cuando tenías la oportunidad, sólo pensaste en ti mismo, en la herencia, en tu propio bienestar”. Cuando todo iba bien, mi compañera de tortura y sadismo le pegó un pellizco, y le cortó la piel, quedándose al descubierto esa membrana de cuyo nombre no puedo acordarme –tengo que estudiar más, No. 2-, pero sin haberla diseccionado, así que ningún órgano me salto a la cara para matarme. En el siguiente paso había que quitarle la piel, y ya no me gustaba cómo estaba quedando el cuadro porque, aunque quedaba la membrana rojiza cubriéndolo todo, los órganos se trasparentaban, y pude ver toda una extensa gama de colores sangrientos y texturas viscerales. Primera salida a tomar aire.
Después de un cigarro me sentía lleno de confianza, así que entré, y mi compañera estaba trastocando ya los órganos, mientras las de enfrente estaban jugueteando con ellos. El profesor, el ídolo, el inigualable, el dios Manzaneque vino a explicarnos qué era cada cosa, mientras me miraba todo el rato, porque yo tenía la boca abierta y la cara de palurdo impresionado. Intentaba mentalizarme: “son sólo órganos y tú eres un sádico, no puede impresionarte tanto ver un poco de sangre y órganos, es lo mismo que te comes en un puchero –lo del puchero me lo dijo mi compañera”. Si hubiera sido en la tele estaría sonriendo viendo cómo vejaban al animalillo muerto… Ya no puedo más, me largo de aquí. Última salida.
No te preocupes,solo eres uno niño mas de una generacion acostumbrada a ver bebes en la basura x la tele. Te regodeas en tu humor visceral pero a la hora de la verdad no habrias sido capaz ni de darle una paliza.
ResponderExcluirDeberias repartir octavillas con ebichu y un mensaje en plan "Ella no lo haría"
MANKO!
Jajajajajajaja, ¡te puedo ver! jajajajajajajajaja No te preocupes, si necesitas ser sádico podemos formar una banda de moteros que se llame "Los Machaka".
ResponderExcluirSácate conmigo el carnet A y tu sadismo renacerá cual reencarnado espíritu de la destrucción.
Hablando de palizas. Siempre he querido romperle a alguien una botella de cerveza en la cabeza... Como en las pelis de espagueti western.
Al menos tu tienes los puntos de la práctica, yo ahora tendré que hacer un trabajito de experimentación animal por escrito...