El Parque Tecnológico es un lugar que está en el quinto coño (a 40 min. en autobús si no pillas atascos), pasando por un poblado gitano y atravesando campanillas (un pueblo de Málaga hasta los topes de canis catetos), que combina edificios con arquitectura tirando a moderna (bueno, tampoco tanto, pero no son edificios clásicos-sosos) y zonas verdes con lagos y tal y cual… Y allí estábamos -Rubén y yo- dispuestos a dejar currículums a cualquiera que nos mirara a la cara.
El primer problema es que no teníamos puta idea de a qué se dedicaba cada empresa (normal, no te van a poner un librito-tutorial en la puerta, se supone que vas porque sabes qué se cuece allí dentro), así que probamos suerte. Sorteamos una barrera para coches (suele pasar que en algunos sitios hay barreras para coches, pero sin embargo no sabes por dónde tienen que entrar las personas), y a diez metros de la puerta de entrada al edificio aparece –a una gran velocidad- un segurata con cara de pocos amigos, y cuando le decimos que venimos a dejar unos currículums ya se calma y dejó de apuntarnos con su pistola reglamentaria y nos dejó pasar. No sé si le hace eso a todo el mundo, porque entonces debe ser un tedio trabajar allí. Tras uno de mis habituales despistes (como el de firmar el examen en selectividad), intenté pasar donde estaba yendo el tío en cuestión, y después de pararme los pies –porque lo que me había dicho es “quedaos ahí”, mientras que yo había entendido “pasad por aquí”- nos coge los C.V. y luego nos cuenta que ahora había mucha gente apuntándose a unos “cursos”. En este punto hay que hacer 2 incisos: a) que el tío iba bastante puesto de farlopa –más comúnmente llamada C17H21NO4 a la hora de comprarla en la farmacia-, y mira que es algo que yo no suelo decir, porque a veces la gente no va puesta de nada aunque lo parezca; b) que al hablar de “cursos” se refería a trabajos temporales de 1 ó 2 meses, donde se necesitan empleados para una campaña y cosas así y luego todos a la calle otra vez. Por supuesto –como yo al principio-, Rubén entendió que allí se impartían cursillos, donde te enseñaban quién-sabe-qué, así que le pidió al hombre-coca las listas (algún folleto donde diga qué cursos hay donde apuntarse, vamos). El amable trabajador decía que esas cosas sólo se sabían una semana antes, y cuando Rubén volvió a pedir las listas el tipo en cuestión pensaba que le estaba pidiendo las listas de gente apuntada… vamos, los datos personales de los trabajadores. Entre la coca y la confusión de términos contemplé –sabiendo a qué se refería el segurata y imaginándome qué había entendido Rubén- una conversación tal que así entre ellos 2:
Esta conversación se repitió un par de veces con algunas variaciones y yo, como no quería entrar a aclarar el malentendido, me quedé ahí mirando con cara de gilipollas-hagocomoquemeinteresaloquemeestáscontando. Rubén le dio los C.V. y básicamente le dijo que se callara ya y partimos hacia otros lugares.
Paseamos por el caminito con bancos y árboles hasta llegar a otra empresa. Allí había otro segurata –que no salió a recibirnos- sentado en una silla frente a un mostrador que casi le llegaba a la frente. Tenía los ojos rojos, y a mí me dio por pensar que ese tío estaba llorando antes de entrar nosotros, así que empecé a pensar que quizás ese sitio no era tan alegre y bonito para trabajar como me había parecido en un principio… Después de dejar otro currículum a un tío que había en unos aparcamientos advertimos que no había nadie por allí andando por la calle, y sólo eran las 7:20 de la tarde, aunque ya estaba oscureciendo, y entonces… encontramos el Centro de Empresas –o algo así, no me voy a poner yo a recordar ahora letra a letra- un lugar con agüita y una especie de OVNI en la entrada. Al poco tiempo de estar allí reviví aquel sentimiento que tengo desde la niñez –por culpa de ver El Show de Truman-, en el que todos me observan y el mundo es en realidad un gigantesco escenario…
En ese edificio no había absolutamente nadie y, es más, ni siquiera había segurata en el mostrador de información. Había sillas, mesas, pantallas de video-vigilancia, un ordenador y un teléfono en el que habían escrito “pulse el botón azul si necesita algo”, pero no había un ser humano allí destinado a, por lo menos, vigilar que nadie se llevara las sillas, las mesas, el ordenador, las pantallas de video-vigilancia y el teléfono en el que habían escrito “pulse el botón azul si necesita algo”. Ese edificio era un elenco de oficinas que representaban grandes y pequeñas empresas, así que probamos a ir puerta por puerta, sin saber de qué coño iba cada una, dejando currículums. Llamamos una a una, pero allí no había absolutamente nadie. Echamos unos C.V. por debajo de una puerta, porque de todas formas todo el mundo iba a pisotear nuestra nula experiencia laboral, así que por lo menos les ahorramos el trabajo, para que cuando abrieran la puerta directamente pusieran sus zapatos sucios sobre nuestros folios. Como aquel sitio daba un poco de miedo, entre el silencio y la total desolación, me tiré al famoso botón azul del teléfono a ver qué pasaba. Al pulsar, la pantalla del teléfono apuntaba un número de móvil, y sonó la voz de un tío que parecía un poco extrañado de que alguien le hubiera llamado…
La verdad es que aún pienso que ese tío ni siquiera trabajaba para la empresa. Sospecho que para no contratar a nadie eligieron así a ojo un número de móvil cualquiera, y el pobre hombre al que le tocó acabó aprendiéndose todo, ya acostumbrado a que la gente le llame las 24 horas para preguntarle por qué no hay nadie allí y tal. Seguimos echando currículums (aunque todas esas oficinas eran trabajos en los que buscaban gente con títulos, con estudios universitarios finalizados, con experiencia, con profesionalidad, con familia e hijos, con zapatos de rallas, con GPS en el coche, con orejas de gato, con golosinas en el bolsillo) y conseguimos que nos abriera una argentina que tenía una reunión –que interrumpimos- con otras 2 personas, un tío que estaba hablando con otro –cuya conversación interrumpimos- en una sala llena de ordenadores, una tía que estaba apagando la luz de la oficina y ya se iba a casa –cuyo fin de jornada laboral interrumpimos-, un hombre y una mujer que estaban riéndose todo el rato –cuyas bromas interrumpimos-, y ya no recuerdo qué más… Cuando ya no soportábamos tanto suspense (incluso apareció un tío de la limpieza que nos persiguió un rato, sorprendido de ver un ser humano allí) pegamos en la última puerta antes de irnos, de la que salió un tipo enchaquetado –que debía estar aburrido, porque no se largaba- que nos dijo que él no tenía zorra idea de de qué iba cada empresa, y miró la puerta de al lado en la que ponía claramente que se dedicaban a telecomunicaciones inalámbricas (bueno, no recuerdo qué ponía, dejadme en paz ya), y el hombre de chaqueta y corbata dijo -intentando aparentar como que sabía de qué estaba hablando: “esta, por ejemplo, va de redes inalámbricas”……….. ya, ya…. lo pone bastante clarito en el cartel……….. mejor vámonos de aquí rápido……..
Vale, ahora entendía por qué tantas zonas verdes… antes la gente se suicidaba sin parar, y eso les hacía tener que estar seleccionando personal nuevo a diario. De esta forma, cuando la gente salía del trabajo dispuesta a coger el coche y estamparse contra un camión o –aún mejor- un monovolumen familiar lleno de niños y gatitos en la autovía, veían el césped, el agua, los árboles, el aire puro (vale, el aire puro no se ve… como sigáis interrumpiéndome…….) y otras cosas bonitas y se le quitaban las ganas. Sentíamos una ansiedad tan grande que a su paso iba destrozando edificios y coches y tuvimos que decirle “oye, ansiedad, estate quieta, ya vale, eh? OYE!!! Que te hemos dicho que te estés quieta… quédate aquí, que ahora volvemos… y no hagas ruido!!”, y ahí la dejamos unos minutos llorando bajo la luz de una farola que parpadeaba al ritmo de la tristeza y la desesperación más desgarradora. La última empresa en la que echamos fue en una de telemarketing –el único edificio donde había gente… mucha gente- llena de personas fumando fuera y tomando café y también lleno de más personas que atendían teléfonos… y todos eran felices!!!! Por suerte conseguimos una entrevista de trabajo, después de la cual no nos han vuelto a llamar (y eso sí que no me extraña)…
…después de ese día decidí que iba a salir aún menos de casa, que ya es decir mucho…
El primer problema es que no teníamos puta idea de a qué se dedicaba cada empresa (normal, no te van a poner un librito-tutorial en la puerta, se supone que vas porque sabes qué se cuece allí dentro), así que probamos suerte. Sorteamos una barrera para coches (suele pasar que en algunos sitios hay barreras para coches, pero sin embargo no sabes por dónde tienen que entrar las personas), y a diez metros de la puerta de entrada al edificio aparece –a una gran velocidad- un segurata con cara de pocos amigos, y cuando le decimos que venimos a dejar unos currículums ya se calma y dejó de apuntarnos con su pistola reglamentaria y nos dejó pasar. No sé si le hace eso a todo el mundo, porque entonces debe ser un tedio trabajar allí. Tras uno de mis habituales despistes (como el de firmar el examen en selectividad), intenté pasar donde estaba yendo el tío en cuestión, y después de pararme los pies –porque lo que me había dicho es “quedaos ahí”, mientras que yo había entendido “pasad por aquí”- nos coge los C.V. y luego nos cuenta que ahora había mucha gente apuntándose a unos “cursos”. En este punto hay que hacer 2 incisos: a) que el tío iba bastante puesto de farlopa –más comúnmente llamada C17H21NO4 a la hora de comprarla en la farmacia-, y mira que es algo que yo no suelo decir, porque a veces la gente no va puesta de nada aunque lo parezca; b) que al hablar de “cursos” se refería a trabajos temporales de 1 ó 2 meses, donde se necesitan empleados para una campaña y cosas así y luego todos a la calle otra vez. Por supuesto –como yo al principio-, Rubén entendió que allí se impartían cursillos, donde te enseñaban quién-sabe-qué, así que le pidió al hombre-coca las listas (algún folleto donde diga qué cursos hay donde apuntarse, vamos). El amable trabajador decía que esas cosas sólo se sabían una semana antes, y cuando Rubén volvió a pedir las listas el tipo en cuestión pensaba que le estaba pidiendo las listas de gente apuntada… vamos, los datos personales de los trabajadores. Entre la coca y la confusión de términos contemplé –sabiendo a qué se refería el segurata y imaginándome qué había entendido Rubén- una conversación tal que así entre ellos 2:
- Sí, nos llegan los cursos y la gente se apunta en la lista.
- Ah, y cómo puedo saber qué cursos hay?
- Que?!!! –el hombre miró fijamente a Rubén con los ojos desorbitados y una mueca de violencia extrema, a la vez que se inclinaba hacia él y bajaba el rostro para que sus ojos adquirieran una mirada desafiante- Eso no se puede saber, eso se sabe unos días antes de que empiecen.
- Vale, pero… dónde puedo ver las lista?
- Qué?!!! LA LISTA?!!!!!!! – otra vez la misma expresión de ir a agredir a alguien, y los mismos 2 segundos de pausa en el tiempo- No, eso no lo puedes ver. No puedes ver la lista!!!
- Vale, vale, pero… entonces como me entero de qué cursos hay?
- QUÉ?!!! CÓMO?!!!!!!!
Esta conversación se repitió un par de veces con algunas variaciones y yo, como no quería entrar a aclarar el malentendido, me quedé ahí mirando con cara de gilipollas-hagocomoquemeinteresaloquemeestáscontando. Rubén le dio los C.V. y básicamente le dijo que se callara ya y partimos hacia otros lugares.
Paseamos por el caminito con bancos y árboles hasta llegar a otra empresa. Allí había otro segurata –que no salió a recibirnos- sentado en una silla frente a un mostrador que casi le llegaba a la frente. Tenía los ojos rojos, y a mí me dio por pensar que ese tío estaba llorando antes de entrar nosotros, así que empecé a pensar que quizás ese sitio no era tan alegre y bonito para trabajar como me había parecido en un principio… Después de dejar otro currículum a un tío que había en unos aparcamientos advertimos que no había nadie por allí andando por la calle, y sólo eran las 7:20 de la tarde, aunque ya estaba oscureciendo, y entonces… encontramos el Centro de Empresas –o algo así, no me voy a poner yo a recordar ahora letra a letra- un lugar con agüita y una especie de OVNI en la entrada. Al poco tiempo de estar allí reviví aquel sentimiento que tengo desde la niñez –por culpa de ver El Show de Truman-, en el que todos me observan y el mundo es en realidad un gigantesco escenario…
En ese edificio no había absolutamente nadie y, es más, ni siquiera había segurata en el mostrador de información. Había sillas, mesas, pantallas de video-vigilancia, un ordenador y un teléfono en el que habían escrito “pulse el botón azul si necesita algo”, pero no había un ser humano allí destinado a, por lo menos, vigilar que nadie se llevara las sillas, las mesas, el ordenador, las pantallas de video-vigilancia y el teléfono en el que habían escrito “pulse el botón azul si necesita algo”. Ese edificio era un elenco de oficinas que representaban grandes y pequeñas empresas, así que probamos a ir puerta por puerta, sin saber de qué coño iba cada una, dejando currículums. Llamamos una a una, pero allí no había absolutamente nadie. Echamos unos C.V. por debajo de una puerta, porque de todas formas todo el mundo iba a pisotear nuestra nula experiencia laboral, así que por lo menos les ahorramos el trabajo, para que cuando abrieran la puerta directamente pusieran sus zapatos sucios sobre nuestros folios. Como aquel sitio daba un poco de miedo, entre el silencio y la total desolación, me tiré al famoso botón azul del teléfono a ver qué pasaba. Al pulsar, la pantalla del teléfono apuntaba un número de móvil, y sonó la voz de un tío que parecía un poco extrañado de que alguien le hubiera llamado…
- Ehm… hola?
- Sí…………. Qué pasa?
- Que estoy aquí…………… en un edificio……….. del sitio este… cómo se llamaba, Rubén? –Rubén enmudecía y me miraba sonriente sin decirme el nombre-….. ehm…. esto……. el Parque Tecnológico…. y aquí no hay nadie y pues como que me ha dado por pulsar el botón a ver qué pasa….
- En el edificio? En qué edificio?
- En este…. que tiene agua…. el Centro de Empresas…. o algo así….
- Ah, sí, qué pasa?
- Es que venía a echar currículums y…………… que aquí hay muchas puertas………. y que cómo lo hago…..
- Pues vas puerta por puerta dejando el currículum.
- Ah…… vale….. pues gracias…..
La verdad es que aún pienso que ese tío ni siquiera trabajaba para la empresa. Sospecho que para no contratar a nadie eligieron así a ojo un número de móvil cualquiera, y el pobre hombre al que le tocó acabó aprendiéndose todo, ya acostumbrado a que la gente le llame las 24 horas para preguntarle por qué no hay nadie allí y tal. Seguimos echando currículums (aunque todas esas oficinas eran trabajos en los que buscaban gente con títulos, con estudios universitarios finalizados, con experiencia, con profesionalidad, con familia e hijos, con zapatos de rallas, con GPS en el coche, con orejas de gato, con golosinas en el bolsillo) y conseguimos que nos abriera una argentina que tenía una reunión –que interrumpimos- con otras 2 personas, un tío que estaba hablando con otro –cuya conversación interrumpimos- en una sala llena de ordenadores, una tía que estaba apagando la luz de la oficina y ya se iba a casa –cuyo fin de jornada laboral interrumpimos-, un hombre y una mujer que estaban riéndose todo el rato –cuyas bromas interrumpimos-, y ya no recuerdo qué más… Cuando ya no soportábamos tanto suspense (incluso apareció un tío de la limpieza que nos persiguió un rato, sorprendido de ver un ser humano allí) pegamos en la última puerta antes de irnos, de la que salió un tipo enchaquetado –que debía estar aburrido, porque no se largaba- que nos dijo que él no tenía zorra idea de de qué iba cada empresa, y miró la puerta de al lado en la que ponía claramente que se dedicaban a telecomunicaciones inalámbricas (bueno, no recuerdo qué ponía, dejadme en paz ya), y el hombre de chaqueta y corbata dijo -intentando aparentar como que sabía de qué estaba hablando: “esta, por ejemplo, va de redes inalámbricas”……….. ya, ya…. lo pone bastante clarito en el cartel……….. mejor vámonos de aquí rápido……..
Vale, ahora entendía por qué tantas zonas verdes… antes la gente se suicidaba sin parar, y eso les hacía tener que estar seleccionando personal nuevo a diario. De esta forma, cuando la gente salía del trabajo dispuesta a coger el coche y estamparse contra un camión o –aún mejor- un monovolumen familiar lleno de niños y gatitos en la autovía, veían el césped, el agua, los árboles, el aire puro (vale, el aire puro no se ve… como sigáis interrumpiéndome…….) y otras cosas bonitas y se le quitaban las ganas. Sentíamos una ansiedad tan grande que a su paso iba destrozando edificios y coches y tuvimos que decirle “oye, ansiedad, estate quieta, ya vale, eh? OYE!!! Que te hemos dicho que te estés quieta… quédate aquí, que ahora volvemos… y no hagas ruido!!”, y ahí la dejamos unos minutos llorando bajo la luz de una farola que parpadeaba al ritmo de la tristeza y la desesperación más desgarradora. La última empresa en la que echamos fue en una de telemarketing –el único edificio donde había gente… mucha gente- llena de personas fumando fuera y tomando café y también lleno de más personas que atendían teléfonos… y todos eran felices!!!! Por suerte conseguimos una entrevista de trabajo, después de la cual no nos han vuelto a llamar (y eso sí que no me extraña)…
…después de ese día decidí que iba a salir aún menos de casa, que ya es decir mucho…
Nooo! si no sales de casa no te pasarán historias subrealistas de estas! además, no se cómo lo haces, pero siempre te han pasado cosas raras,desde tiempos inmemoriables xD.
ResponderExcluirSal más!! por el bien de tu blog!
como se supone k YO atraigo situaciones sociales....haber ido sin mi al parke habria sido un gran error
ResponderExcluirbravisimo la interpretacion del segurata!! xDDD y la idea de dejar los curriculums listos xa pisar es genial