Hay una especie de línea de evolución en los restaurantes, bares y cafeterías. Aparecen fast-foods, los woks, los restaurantes elegantes, las cafeterías que sólo se dedican al café exclusivamente, las pastelerías tranquilas y con clase, los mesones con trazas históricas (qué coño significa eso? no sé, pero queda mu' bien)....... pero en este grupo hay algo que no cambia: los pseudo-restaurantes de pescaítos.
Vas por la playa y entras en uno de esos sitios con toldos verdes y blancos (esa combinación de colores destruirá la humanidad algún día, ya os advierto), y al acercarte y oler el pestazo que despiden te das cuenta que a Darwin le quedaba mucho para terminar su teoría. El nombre del restaurante suele empezar por Hnos. (henos? hanos? henanos? hultramarinos? NO! Hermanos), seguido del apellido de la familia, porque esta gente nace con una sartén bajo el brazo y harina, mucha harina. Suele haber gente dentro y fuera, gente haciendo cola, gente con sus niños y la abuela esperando para sentarse aunque sea en el WC, gente desesperada por comerse un calamar, gente y más gente. Pero qué tendrá el pescado si no llena nada y además es muy caro (con la de peces que hay en el mundo)? Cuando al fin entras te percatas de que hay un paralelismo claro entre el tipo de comida y la distribución del restaurante, y es que la gente está metida a presión, como en una lata de sardinas. No hay sitio para respirar, la gente no para de fumar y hablar a gritos (algo así como mucha gente con el móvil, que parece que no se dan cuenta que aunque la persona con la que habla está a cientos de kilómetros, los aparatos mágico-satánicos que inventaron unas brujas (la temida Nokia entre ellas) sirven para hablar flojito aun a pesar de la distancia), y las mesas están tan cerca unas de otras que ya no sabes dónde acaba tu familia y empiezan los desconocidos y ahí estás tú, hablando con un extranjero asustado pensando que España es un país de locos:
Una vez que estás sentado en las sillas más incómodas que el mundo de la hostelería podría concebir, con el codo de un desconocido en tu boca del poco espacio existente, sudando y con ganas de irte a un restaurante chino barato -pero que no haces porque te ha costado tanto (tanta ansiedad) llegar a donde estás que por tus cojones que ya comes ahí-, llega el momento de pedir... y qué coño se pide? Pues nadie lo sabe, porque allí no hay ningún menú, no hay un mísero folio con el nombre de los platos -aunque sea escrito a mano- o sus precios, y tienes que pararte a preguntar al camarero. Es una táctica extraña esta de no poner lo que hay, y obligar a los clientes a preguntar...
Tienes que ser muy rápido no sólo para oír (uy, eso no tiene sentido), sino también para pedir, porque el camarero en cuestión suele tener mala cara porque es domingo y ha venido toda la puta ciudad (sí, los humanos somos así, decidimos todos ir al mismo sitio el mismo día), y su hermano mayor le está metiendo bulla porque los de la mesa 7 están cabreadísimos, que llevan como 30 minutos esperando 3 cervezas, y es que no hay derecho. La velocidad siempre es constante hasta el postre, que te traen como 5 platos de golpe y como no te los comas rápido parece que vaya a venir el Coco a meterte una paliza y robarte el coche. Lo más original que han inventado esta gente es el limón, porque desde luego el limón no existía hasta que aparecieron los restaurantes de pescaítos. Y fíjate tú si es original que decidieron ponerlo en todos los platos posibles, y he visto restaurantes que ya te traen un limón pinchado en el tenedor, otro metido en el vaso y uno extra entre la servilleta, para que luego digan que en este país falta imaginación.
Si alguien se pregunta por qué cuesta tanta pasta comerse peces muertos, rebozados en pan rallado y con una fina capa invisible de gasolina del barco que los pescó, que pase de eso, que hay otra cuestión de mayor relevancia: por qué la gente adinerada come marisco y pescaítos? Por qué? Qué le pasa al mundo? Qué día le dió a un millonario (ojo, que para ser millonario sólo hay que tener 6.000€.... o ahora hay que tener 1.000.000€?) por poner en una mesa en la que se celebraba algo "tan importante" como la Navidad comida que se come con las manos, que te pringa, que te deja un olor nauseabundo, que no llena nada, que tiene espinas (cuando sirven un cacho pescado al horno), que hay que tener una habilidad tremenda para despiezarlos y chuparles las cabezas.......... niño, no te dejes la cabeza del langostino, trae pa'cá! 'Enga, vamo' a demostrar el mundo entero lo exitosos que somos, la de pasta que tenemos con la que nos limpiamos el culo. Eso se supone que es clase, y yo mientras sufro en esas mesas porque no sé cómo coño se pela una langosta... y me hago daño haciéndolo, y paso hambre y me atiborro de pan mojado en el agua de las almejas... si es que, como diría el buenazo de Obelix, estos ricos están locos!
Deberíamos reunirnos y formar una asociación de voluntarios sin ánimo de lucro, en el que se hagan grandes proyectos comunitarios para reformar estos lugares... o para quemarlos, a mí me da lo mismo...
Vas por la playa y entras en uno de esos sitios con toldos verdes y blancos (esa combinación de colores destruirá la humanidad algún día, ya os advierto), y al acercarte y oler el pestazo que despiden te das cuenta que a Darwin le quedaba mucho para terminar su teoría. El nombre del restaurante suele empezar por Hnos. (henos? hanos? henanos? hultramarinos? NO! Hermanos), seguido del apellido de la familia, porque esta gente nace con una sartén bajo el brazo y harina, mucha harina. Suele haber gente dentro y fuera, gente haciendo cola, gente con sus niños y la abuela esperando para sentarse aunque sea en el WC, gente desesperada por comerse un calamar, gente y más gente. Pero qué tendrá el pescado si no llena nada y además es muy caro (con la de peces que hay en el mundo)? Cuando al fin entras te percatas de que hay un paralelismo claro entre el tipo de comida y la distribución del restaurante, y es que la gente está metida a presión, como en una lata de sardinas. No hay sitio para respirar, la gente no para de fumar y hablar a gritos (algo así como mucha gente con el móvil, que parece que no se dan cuenta que aunque la persona con la que habla está a cientos de kilómetros, los aparatos mágico-satánicos que inventaron unas brujas (la temida Nokia entre ellas) sirven para hablar flojito aun a pesar de la distancia), y las mesas están tan cerca unas de otras que ya no sabes dónde acaba tu familia y empiezan los desconocidos y ahí estás tú, hablando con un extranjero asustado pensando que España es un país de locos:
- Oye, pásame el pan.De las mesas también habría que hablar un poco. Uno de los puntos fuertes por los que odio frecuentar estos sitios es por esas cosas blancas de plástico sacadas de cualquier contenedor y que ellos tratan de hacernos creer que son mesas, pero a mí no me engañan. Ellos las tapan con manteles de papel (qué aberración... qué mente perturbada inventó los manteles de papel?) sujetadas a eso que -como he dicho- ellos llaman mesa por medio de una especie de pinza blanca de plástico que todos, cuando éramos niños, quitábamos para jugar y coleccionar y dejarlos tirados por ahí, mientras el camarero pensaba "qué putos niños los de hoy en día", y mira que no sabía que luego vendría el bulling, los canis, los niños respondones, los 13añeros navajeros, los Latin King...
- Ió no hablo espaniol.
- Tú quién eres, de la familia de la tita Carmen? Nunca te había visto.
- Ió no hablo espaniol, quién es tú? Help!
- Pero pásame el pan de una vez, hombre!
Una vez que estás sentado en las sillas más incómodas que el mundo de la hostelería podría concebir, con el codo de un desconocido en tu boca del poco espacio existente, sudando y con ganas de irte a un restaurante chino barato -pero que no haces porque te ha costado tanto (tanta ansiedad) llegar a donde estás que por tus cojones que ya comes ahí-, llega el momento de pedir... y qué coño se pide? Pues nadie lo sabe, porque allí no hay ningún menú, no hay un mísero folio con el nombre de los platos -aunque sea escrito a mano- o sus precios, y tienes que pararte a preguntar al camarero. Es una táctica extraña esta de no poner lo que hay, y obligar a los clientes a preguntar...
- Bueno, por fin hemos abierto el primer restaurante de pescaítos de la historia, el Hnos. Marcelo.
- Oye, que no hemos puesto el menú por ningún lado.
- Claro que no, a la gente no le gusta leer, la gente prefiere el cálido sentir del candor de una voz humana.
- Pero tendremos que repetirle a todo el mundo lo mismo, e incluso en una sola mesa habrá gente que no lo escuche y habrá que volver a empezar la retahíla.
- Que no que no que no que no.... que's mu' fácil, atiende: tenemos calamares, calamaritos, chipirones, boquerones en vinagre, sardinitas, espetos, pulpo, gambas, ........ -todo esto a una velocidad que desafía cualquier ley física, química e incluso lexicogramática.
Tienes que ser muy rápido no sólo para oír (uy, eso no tiene sentido), sino también para pedir, porque el camarero en cuestión suele tener mala cara porque es domingo y ha venido toda la puta ciudad (sí, los humanos somos así, decidimos todos ir al mismo sitio el mismo día), y su hermano mayor le está metiendo bulla porque los de la mesa 7 están cabreadísimos, que llevan como 30 minutos esperando 3 cervezas, y es que no hay derecho. La velocidad siempre es constante hasta el postre, que te traen como 5 platos de golpe y como no te los comas rápido parece que vaya a venir el Coco a meterte una paliza y robarte el coche. Lo más original que han inventado esta gente es el limón, porque desde luego el limón no existía hasta que aparecieron los restaurantes de pescaítos. Y fíjate tú si es original que decidieron ponerlo en todos los platos posibles, y he visto restaurantes que ya te traen un limón pinchado en el tenedor, otro metido en el vaso y uno extra entre la servilleta, para que luego digan que en este país falta imaginación.
Si alguien se pregunta por qué cuesta tanta pasta comerse peces muertos, rebozados en pan rallado y con una fina capa invisible de gasolina del barco que los pescó, que pase de eso, que hay otra cuestión de mayor relevancia: por qué la gente adinerada come marisco y pescaítos? Por qué? Qué le pasa al mundo? Qué día le dió a un millonario (ojo, que para ser millonario sólo hay que tener 6.000€.... o ahora hay que tener 1.000.000€?) por poner en una mesa en la que se celebraba algo "tan importante" como la Navidad comida que se come con las manos, que te pringa, que te deja un olor nauseabundo, que no llena nada, que tiene espinas (cuando sirven un cacho pescado al horno), que hay que tener una habilidad tremenda para despiezarlos y chuparles las cabezas.......... niño, no te dejes la cabeza del langostino, trae pa'cá! 'Enga, vamo' a demostrar el mundo entero lo exitosos que somos, la de pasta que tenemos con la que nos limpiamos el culo. Eso se supone que es clase, y yo mientras sufro en esas mesas porque no sé cómo coño se pela una langosta... y me hago daño haciéndolo, y paso hambre y me atiborro de pan mojado en el agua de las almejas... si es que, como diría el buenazo de Obelix, estos ricos están locos!
Deberíamos reunirnos y formar una asociación de voluntarios sin ánimo de lucro, en el que se hagan grandes proyectos comunitarios para reformar estos lugares... o para quemarlos, a mí me da lo mismo...
mimir es dormir.....een fin
ResponderExcluirtus cascos estan en el cuarto de soru >_>
Para cuando otro post?
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